jueves, 2 de diciembre de 2010


Palabra de vida - Diciembre 2010


«Para Dios nada es imposible» (Lc 1, 37) 1.

La pregunta de María al anuncio del ángel: «¿Cómo será esto?»2 tuvo como respuesta: «Para Dios nada es imposible». Como prueba de ello, se le puso el ejemplo de Isabel, que había concebido un hijo en su vejez. María creyó y se convirtió en la Madre del Señor.

Dios es omnipotente. Este nombre suyo se encuentra frecuentemente en la Sagrada Escritura y se usa para expresar la potencia de Dios al bendecir, al juzgar, al dirigir el curso de los acontecimientos, al realizar sus designios.

Sólo hay un límite a la omnipotencia de Dios: la libertad humana, que se puede oponer a la de Dios y hacer al hombre impotente, cuando en realidad está llamado a compartir la misma fuerza de Dios.

«Para Dios nada es imposible».

[…] Ésta es una Palabra que nos lleva a confiar ilimitadamente en el amor de Dios-Padre, porque si Dios es y su ser es Amor, confiar plenamente en Él no es más que la consecuencia lógica.

Todas las gracias están en su poder: temporales y espirituales, posibles e imposibles. Y Él se las da a los que las piden y a los que no piden, porque, como dice el Evangelio, Él, el Padre, «hace salir su sol sobre malos y buenos»3 y nos pide a todos que obremos como Él, con el mismo amor universal, respaldado por la fe de que

«Para Dios nada es imposible».

¿Cómo vivir, pues, esta Palabra en la vida diaria?

Todos debemos afrontar de vez en cuando situaciones difíciles, dolorosas, tanto en nuestra vida personal como en las relaciones con los demás. Y a veces experimentamos toda nuestra impotencia, porque nos percatamos de apegos a cosas y a personas que nos hacen esclavos de ataduras de las que quisiéramos liberarnos. Nos encontramos a menudo ante muros de indiferencia y de egoísmo y nos desmoralizamos ante acontecimientos que parecen superarnos.

Pues bien, en esos momentos la Palabra de vida puede ayudarnos. Jesús deja que nos sintamos incapaces no para que nos desanimemos, sino para ayudarnos a comprender mejor que «para Dios nada es imposible»; como preparación para sentir el extraordinario poder de su gracia, que se manifiesta precisamente cuando vemos que con nuestras pobres fuerzas no somos capaces.

«Para Dios nada es imposible».

Si nos repetimos esto en los momentos más críticos, nos llegará de la Palabra de Dios la energía que encierra y que nos hará partícipes de algún modo de la misma omnipotencia de Dios. Pero con una condición: que vivamos su voluntad, tratando de irradiar alrededor nuestro ese amor depositado en nuestros corazones. Así estaremos al unísono con el Amor omnipotente de Dios a sus criaturas, para el cual todo es posible, y esto contribuye a que se realicen sus planes sobre los individuos y sobre la humanidad.

Y hay un momento especial para vivir esta Palabra y experimentar toda su eficacia: en la oración.

Jesús dijo que cualquier cosa que pidiéramos al Padre en su nombre, Él nos la concedería. Pidámosle, pues, por lo que más nos preocupe, con la certeza por la fe de que para Él no hay nada imposible: desde solucionar casos desesperados a la paz del mundo, curar enfermedades graves o resolver conflictos familiares y sociales.

Además, si luego somos varios los que pedimos lo mismo, con pleno acuerdo porque nos amamos mutuamente, entonces es Jesús mismo en medio de nosotros quien se lo pide al Padre; y, según su promesa, lo obtendremos.

Con una fe así en la omnipotencia de Dios y en su amor, un día le pedimos por N., para que aquel tumor que se veía en una radiografía “desapareciese” o que fuese un error o un “fantasma”. Y así sucedió.

Esta confianza ilimitada que hace que nos sintamos en los brazos de un Padre para el que todo es posible, debe acompañar siempre las vicisitudes de nuestra vida. Esto no quiere decir que siempre obtendremos lo que pidamos. Su omnipotencia es la de un Padre y la usa siempre y solamente para el bien de sus hijos, lo sepan ellos o no. Lo importante es vivir cultivando la seguridad de que para Dios nada es imposible, y esto nos hará sentir una paz que nunca hemos sentido.

Chiara Lubich


1) Palabra de vida, diciembre 1999; publicada en Ciudad Nueva, nº 360.
2) Cf. Lc 1, 34.
3) Cf. Mt 5, 45.